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Lenin - Dos tacticas - Conclusion
 
Carlos Marx
Federico Engels
Vladimir Illich Lenin
Jose Stalin
Mao Tse Tung

Dos tacticas
DOS TACTICAS DE LA SOCIALDEMOCRACIA EN LA REVOLUCION DEMOCRATICA
INDICE
Prologo
1. Una Cuestion politica urgente
2. Que nos da la resolucion del 3 Congreso del POSDR sobre el Gob. provisional revolucionario ?
3. Ques es la Victoria decisiva de la revolucion sobre el zarismo ?
4. La liquidacion del regimen monarquico y la republica
5. Como hay que impulsar la revolucion hacia adelante ?
6. De que lado amenaza al proletariado el peligro de verse con las manos atadas en la lucha contra la burguesia inconsecuente ?
7. La tactica de la eliminacion de los conservadores del gobierno
8. La tendencia de Osvobozhdenie y el neoiskrismo
9. Que significa ser el partido de la oposicion extrema durante la revolucion ?
10. Las "comunas revolucionarias" y la dictadura revolucionario-democratica del proletariado y de los campesinos
11. Breve comparacion de algunas resoluciones del 3 Congres del P.O.S.D.R. y de la "conferencia"
12. Sera menor la envergadura de la revolucion democratica si la burguesia le vuelve la espalda ?
13. Conclusion. Nos atreveremos a vencer ?
14. Epilogo
15. Notas

 


13. CONCLUSION. 

¿NOS ATREVEREMOS
A VENCER?

    Los que conocen superficialmente el estado de cosas de la socialdemocracia de Rusia o lo juzgan desde fuera y desconocen la historia de toda nuestra lucha interior del Partido desde la época del economismo, muy a menudo se desentienden también de las divergencias tácticas que se han definido ahora, sobre todo después del III Congreso, aludiendo simplemente a dos tendencias naturales, inevitables, completamente conciliables, de todo movimiento socialdemócrata. Por una patte, según ellos, se subraya vivamente la labor corriente, cotidiana, habitual, la necesidad de desarrollar la propaganda y la agitación, de preparar las fuerzas, de profundizar el movimiento, etc. Por otra parte, se subrayan las tareas de combate, las tareas políticas de orden general y las tareas revolucionarias del movimiento, se indica la necesidad de la insurrección armada y se lanzan las consignas de dictadura revolucionario-democrática y gobierno provisonal revolucionario. No se debe exagerar ni una parte ni otra; ni allí ni aquí (como, en general, en ninguna parte del mundo) los extremos son buenos, etc., etc.

    Las verdades baratas de ptudencia práctica (y "política" entre comillas) que hay indudablemente en semejantes razonamientos, encubren, sin embargo, con demasiada frecuencia la incomprensión de las necesidades vitales, candentes, del Partido. Fijaos en las divergencias tácticas actuales entre los socialdemócratas rusos. Naturalmente, el hecho de que en los razonamientos neoiskristas sobre la táctica se subraye de un modo acentuado el aspecto cotidiano, habitual, del trabajo, no podría representar de por sí todavía ningún peligro y no podría provocar divergencia alguna en las consignas tácticas. Pero basta comparar las resoluciones del III Congreso del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia con las resoluciones de la Conferencia, para que dicha divergencia salte a la vista.

    ¿De qué se trata? Se trata, primero, de que no basta una simple indicación general, abstracta de las dos corrientes existentes en el movimiento y del carácter nocivo de los extremos. Hay que saber concretamente cuál es el mal que aqueja al movimiento en el momento presente, en qué consiste ahora el peligro político real para el Partido. Segundo, hay que saber a qué fuerzas políticas reales hacen el juego estas o las otras consignas tácticas o tal vez tal o cual ausencia de consignas. Si escucháis a los neoiskristas, llegaréis a la conclusión de que el Partido de la socialdemoaacia se ve amenazado del peligro de arrojar por la borda la propaganda y la agitación, la lucha económica y la aítica de la democracia burguesa, de dejarse seducir desmesuradamente por la preparación militar, por los ataques armados, por la toma del Poder, etc. Pero, en realidad, el peligro real que amenaza al Partido proviene de otro lado completamente distinto. El que conozca siquiera sea un poco de cerca la situación del movimiento, el que lo siga de un modo atento y reflexivo, no puede menos de ver lo que tienen de ridiculo los temores neoiskristas. Toda la labor del Partído Obrero Socialdemócrata de Rusia se ha moldeado ya enteramente en límites consistentes e invariables, que garantizan de un modo incondicional la concentración del centro de gravedad en la propaganda y la agitación, en los mítines relámpago y reuniones de masas, en la difusión de octavillas y folletos, en la contribución a la lucha económica y el apoyo de sus consignas. No hay ni un solo comité de partido, ni un solo comité regional, ni una sola reunión central, ni un solo grupo de fábrica, en el cual las noventa y nueve partes de atención, fuerzas y tiempo no se dediquen siempre y de un modo constante a todas estas funciones, establecidas ya desde la segunda mitad de la década del 90. Esto lo ignoran únicamente los que no conocen en nada el movimiento. Sólo gente muy ingenua o poco informada puede tomar en serio la repetición neoiskrista de los viejos estribillos cuando esto se hace con un tono particular de suficiencia.

    El hecho es que no sólo entre nosotros la gente no se deja llevar de un modo desmesurado por las tareas de la insurrección, por las consignas políticas generales, por la dirección de toda la revolución popular, sino que, al contrario, el atraso, precisamente en este sentido, salta a la vista, es el lado más vulnerable, representa un peligro real para el movimiento, el cual puede degenerar, y degenera en algunos sitios, de revolucionario de hecho en revolucionario de palabra. De los muchos centenares de organizaciones, grupos y círculos que realizan la labor del Partido, no encontraréis ni uno solo en el cual no se haya llevado a cabo desde su nacimiento esa labor cotidiana, de la que hablan los sabios de la nueva Iskra, dándose el tono de gentes que han descubierto una nueva verdad Y, por el contrario, encontraréis un tanto por ciento insignificante de grupos y círculos que tengan conciencia de las tareas de la insurrección armada, que hayan emprendido la realización de las mismas, que se den cuenta de la necesidad de dirigir toda la revolución popular contra el zarismo, de la necesidad de propugnar para ellos precisamente éstas y no otras consignas de vanguardia.

    Nos hallamos en un atraso increíble con respecto a las tareas de vanguardia y efectivamente revolucionarias, no hemos adquirido todavía conciencia de las mismas en infinidad de casos, hemos dejado que aquí y allí se fortaleciese la democracia burguesa revolucionaria a cuenta de nuestro atraso en este sentido. Y los escritores de la nueva Iskra, volviéndose de espaldas a la marcha de los acontecimientos y a las exigencias del momento, repiten tercamente : ¡no olvidéis lo viejo! ¡No os dejéis llevar por lo nuevo! Es éste el motivo fundamental e invariable de todas las resoluciones sustanciales de la Conferencia, mientras que en las resoluciones del Congreso podréis leer también invariablemente lo siguiente : al mismo tiempo que confirmamos lo viejo (y sin detenernos a rumiarlo, precisamente porque es algo viejo, ya decidido y consagrado en las publicaciones, en las resoluciones y en la experiencia), propugnamos una nueva tarea, llamamos la atención sobre la misma, planteamos una nueva consigna, exigimos de los socialdemócratas realmente revolucionarios una labor inmediata para que sea llevada a la práctica.

    He aquí cómo está, en realidad, planteada la cuestión de las dos tendencias en la táctica de la socialdemocracia. La época revolucionaria ha destacado nuevas tareas que sólo gentes completamente ciegas no ven. Y estas tareas unos socialdemócratas las aceptan decididamente y las ponen a la orden del día : la insurrección armada es inaplazable, preparaos para la misma inmediata y enérgicamente, acordaos de que es necesaria para la victoria decisiva, plantead las consignas de república, de gobierno provisional, de dictadura revolucionario-democrática del proletariado y de los campesinos. Otros socialdemócratas, en cambio, reculan, no se mueven del sitio, en vez de dar consignas escriben prólogos; en lugar de indicar lo nuevo paralelamente a la confirmación de lo viejo, rumian incansable y aburridamente lo viejo, haciendo reservas sobre lo nuevo, no sabiendo definir las condiciones de la victoria decisiva, no sabiendo presentar las únicas consignas que corresponden a la aspiración de conseguir la victoria completa.

    El resultado político de este seguidismo salta a la vista. La fábula relativa al acercamiento de la "mayoría" del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia a la democracia burguesa revolucionaria no pasa de ser una fábula, no confirmada ni por un solo hecho político, ni por una sola resolución importante de los "bolcheviques", ni por un solo acto del III Congreso del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia. Por el contrario, la burguesía oportunista, monárquica, personificada por Osvobozhdenie, celebra desde hace tiempo las tendencias "de principio" del neoiskrismo y ahora sencillamente hace ya mover su molino con el agua de los mismos, se asimila sus términos e "ideuchas" contra la "conspiración" y el "motín", contra las exageraciones del aspecto "técnico" de la revolución, contra la presentación directa de la consigna de la insurrección armada, contra el "revolucionismo" de las reivindicaciones extremas, etc., etc. La resolución de toda una conferencia de los socialdemócratas "mencheviques" del Cáucaso y la aprobación de dicha resolución por la redacción de la nueva Iskra hace un resumen político inequívoco de todo esto : ¡lo esencial es que la burguesía no vuelva la espalda en caso de participación del proletariado en la dictadura revolucionario-democrática! Con esto está dicho todo. Con esto se consagra definitivamente la transformación del proletariado en apéndice de la burguesía monárquica. Con esto queda demostrada en la práctica, no por la declaración casual de una persona, sino por una resolución especialmente aprobada por toda una tendencia, la significación política del seguidismo neoiskrista.

    El que reflexione sobre estos hechos comprenderá la verdadera significación de las indicaciones corrientes respecto a los dos aspectos y a las dos tendencias del movimiento socialdemócrata. Tomad el bernsteinianismo para estudiar dichas tendencias en gran escala. Los bernsteinianos afirmaban y afirman, exactamente igual, que son precisamente ellos los que comprenden las verdaderas necesidades del proletariado, las tareas que traen aparejadas el crecimiento de sus fuerzas, el ahondamiento de todo el trabajo, la preparación de los elementos de la nueva sociedad, la propaganda y la agitación ¡Exigimos el reconocimiento abierto de lo que es! -- dice Bernstein, consagrando con esto el "movimiento" sin "meta final", consagrando sólo la táctica defensiva, predicando la táctica del miedo "a que la burguesía vuelva la espalda". También los bernsteinianos gritaban a propósito del "jacobinismo" de los socialdemócratas revolucionarios, de los "literatos", que no comprenden la "iniciativa obrera", etc., etc. En realidad, como todo el mundo sabe, los socialdemócratas revolucionarios no habían pensado jamás en abandonar la labor cotidiana, la labor pequeña, la preparación de fuerzas, etc., etc. Lo único que exigían era la conciencia clara del objetivo final, el planteamiento claro de las tareas revolucionarias, querían elevar a los sectores semiproletarios y semipequeñoburgueses hasta el revolucionarismo proletario y no rebajar este último hasta las consideraciones oportunistas a propósito de que "la burguesía no vuelva la espalda". Acaso la expresión más elocuente de esta disensión entre el ala intelectual-oportunista y el ala proletario-revolucionaria del Partido era la pregunta : dürfen wir siegen?, "¿nos atreveremos a vencer?", ¿nos está permitido vencer, no es peligroso vencer, conviene que venzamos? Por extraño que parezca a primera vista, esta pregunta fue, sin embargo, formulada, y debía serlo, pues los oportunistas temían la victoria, intimidaban al proletariado con la perspectiva de la misma, pronosticaban toda clase de calamidades como consecuencia de ella, ridiculizaban las consignas que incitaban directamente a obtenerla.

    Esta misma división fundamental en tendencia intelectual oportunista y proletario-revolucionaria, existe también entre nosotros, con la sola diferencia, muy sustancial, de que se trata no de la revolución socialista, sino de la revolución democrática. Entre nosotros ha sido también formulada la pregunta, absurda a primera vista : "¿nos atreveremos a vencer?". Esta pregunta ha sido formulada por Martínov en sus Dos dictaduras, que profetizaban toda clase de calamidades si preparamos bien y llevamos a cabo con pleno éxito la insurrección. Ha sido formulada por toda la literatura de los neoiskristas consagrada a la cuestión del gobierno provisional revolucionario, con la particularidad de que constantemente han intentado con celo, pero sin éxito, confundir la participación de Millerand en el gobierno burgués-oportunista, con la participación de Varlin [29 ] en el gobierno revolucionario-pequeñoburgués. La cuestión ha quedado fijada por la resolución al hablar del miedo a que "la burguesía vuelva la espalda". Y si bien Kautsky, por ejemplo, intenta ahora ironizar, diciendo que nuestras discusiones sobre el gobierno provisional revolucionario se parecen al reparto de la piel del oso antes de haberlo matado, esta ironía no demuestra otra cosa sino que incluso socialdemócratas inteligentes y revolucionarios se descarrían cuando hablan de lo que conocen sólo de oídas. La socialdemocracia alemana no se encuentra aún muy cerca del momento en que pueda matar el oso (realizar la revolución socialista), pero la discusión a propósito de saber si nos "atreveremos" a matarlo ha tenido una inmensa importancia desde el punto de vista de los principios y desde el punto de vista político-práctico. Los socialdemócratas rusos no se encuentran todavía muy cerca de tener las fuerzas suficientes para "matar a su oso" (realizar la revolución democrática), pero la cuestión de saber si nos "atreveremos" a matarlo tiene una importancia extremadamente seria para todo el porvenir de Rusia y para el porvenir de la socialdemocracia rusa. No se puede hablar de un reclutamiento enérgico y eficaz de un ejército, de la dirección del mismo, sin estar seguros de que nos "atreveremos" a vencer.

    Fijaos en nuestros viejos economistas. Estos gritaban también que sus adversarios eran unos conspiradores, unos jacobinos (véase Rabócheie Dielo, sobre todo el número 10, y el discurso de Martínov en los debates del II Congreso sobre el programa), que absorbidos por la política, se separan de las masas, que olvidan las bases del movimiento obrero, que no tienen en cuenta la iniciativa obrera, etc., etc. Pero, en realidad, esos partidarios de la "iniciativa obrera" eran unos intelectuales oportunistas, que imponían a los obreros su concepción estrecha y filistea de las tareas del proletariado. En realidad, los adversarios del economismo, como puede verlo cada uno por la vieja Iskra, no abandonaban ni relegaban al último término ni uno solo de los aspectos de la labor socialdemócrata, no olvidaban en lo más mínimo la lucha económica, sabiendo al mismo tiempo plantear con toda amplitud las tareas políticas urgentes y de turno, oponiéndose a la transformación del Partido obrero en un apéndice "económico" de la burguesía liberal.

    Los economistas habían aprendido de memoria que la base de la política es la economía, y "entendían" esto de tal modo, como si fuera necesario rebajar la lucha política hasta la lucha económica. Los neoiskristas han aprendido de memoria que la revolución democrática tiene en su base económica la revolución burguesa, y han "entendido" esto de tal modo, como si fuera necesario rebajar las tareas democráticas del proletariado hasta el nivel de la moderación burguesa, hasta el límite más allá del cual "la burguesía volverá la espalda". Los economistas, con el pretexto de profundizar el trabajo, con el pretexto de la iniciativa obrera y de la política puramente de clase, entregaban, en realidad, la clase obrera en manos de los políticos burgueses liberales, es decir, conducían al Partido por un camino cuya significación objetiva era precisamente ésta. Los neoiskristas, con los mismos pretextos, traicionan, en realidad, a favor de la burguesía, los intereses del proletariado en la revolución democrática, es decir, conducen al Partido por el camino cuya significación objetiva es precisamente ésta. A los economistas les párecía que la hegemonía en la lucha política no era cosa de los socialdemócratas, sino propiamente cosa de los liberales. A los neoiskristas les parece que la realización activa de la revolución democrática no es cosa de los socialdemócratas, sino propiamente cosa de la burguesía democrática, pues la dirección y la participación preeminente del proletariado "disminuiría el alcance" de la revolución.

    En una palabra, los neoiskristas son unos epígonos del economismo, no sólo por su origen en el II Congreso del Partido, sino también por su modo actual de plantear las tareas tácticas del proletariado en la revolución democrática. Son también un ala intelectual-oportunista del Partido. En materia de organización, comenzó con el individualismo anarquista, propio de los intelectuales, y ha terminado con la "desorganización-proceso", consagrando, en los "estatutos" [ 30] aprobados por la Conferencia, la falta de ligazón de las publicaciones con respecto a la organización del Partido, las elecciones no directas, sino casi de cuarto grado, el sistema de los plebiscitos bonapartistas en vez de la representación democrática, y, finalmente, el principio del "acuerdo" entre la parte y el todo. En la táctica del Partido, se han deslizado por la misma pendiente. En el "plan de campaña de los zemstvos" declararon como "tipo superior de manifestación" los discursos ante los elementos de los zemstvos, no viendo en la escena política más que dos fuerzas activas (¡esto en vísperas del 9 de enero!) : el gobierno y la democracia burguesa. La tarea urgente de armarse la "profundizaron", sustituyendo la consigna práctica directa por un llamamiento a armar al pueblo del deseo ardiente de armarse. Las tareas de la insurrección armada, del gobierno provisionaL, de la dictadura revolucionario-democrática han sido ahora deformadas y disimuladas en sus resoluciones oficiales. "Que la burguesía no vuelva la espalda", este acorde final de la última de sus resoluciones arroja una viva luz sobre la cuestión de saber a dónde conduce al Partido su camino.

    La revolución democrática en Rusia es una revolución burguesa por su esencia social y económica. No basta con repetir sencillamente esta tesis marxista justa. Hay que saber comprenderla y saber aplicarla a las consignas políticas. Toda la libertad política en general, sobre la base de las relaciones de producción actuales, esto es, capitalistas, es una libertad burguesa. La reivindicación de la libertad expresa ante todo los intereses de la burguesía. Sus representantes fueron los primeros en presentar esta reivindicación. Sus partidarios han dispuesto por todas partes como amos de la libertad obtenida, reduciéndola a una medida burguesa moderada y precisa, combinándola con el aplastamiento del proletariado revolucionario, represión la más refinada en tiempo de paz y ferozmente cruel durante las tormentas.

    Pero sólo los populistas "levantiscos", los anarquistas y los "economistas" podían deducir de esto la negación o el menoscabo de la lucha por la libertad. Se ha conseguido imponer al proletariado estas doctrinas intelectual-filisteas únicamente de un modo temporal, sólo a pesar de su resistencia. El proletariado se ha dado cuenta, por instinto, de que la libertad política le es necesaria, le es necesaria a él más que a nadie, a pesar de que ésta refuerce y organice directamente a la burguesía. El proletariado espera su salvación no de la renuncia a la lucha de clases, sino de su desarrollo, de su ensanchamiento, de la conciencia, de la organización, de la decisión. El que menoscabe las tareas de la lucha política convierte al socialdemócrata, de tribuno popular, en secretario de tradeunión El que menoscabe las tareas proletarias en la revolución democrático-burguesa, convierte al socialdemócrata, jefe de la revolución popular, en líder de sindicato obrero libre.

    Sí, de la revolución popular. La socialdemocracia ha luchado y lucha con pleno derecho contra el abuso democrático-burgués de la palabra "pueblo". Exige que con esta palabra no se encubra la incomprensión de los antagonismos de clase en el seno del pueblo. Insiste incondicionalmente en la necesidad de una completa independencia de clase del Partido del proletariado. Pero divide al "pueblo" en "clases", no para que la clase de vanguardia se encierre en sí misma, se limite con una medida mezquina, castre su actividad con consideraciones como la de que no vuelvan la espalda los amos de la economía del mundo, sino para que la clase de vanguardia, que no adolece de la ambiguedad, de la inconsistencia, de la indecisión de las clases intermedias, luche con tanta mayor energía, con tanto mayor entusiasmo por la causa de todo el pueblo, al frente de todo el pueblo.

    ¡He aquí lo que tan a menudo no comprenden los neoiskristas actuales que sustituyen la presentación de consignas políticas activas en la revolución democrática por la repetición casuística de las palabras "de clase" en todos los géneros y declinaciones!

    La revolución democrática es burguesa. La consigna del "reparto negro" o de "tierra y libertad" -- esta consigna difundidísima entre la masa campesina, ignorante y oprimida, pero que busca apasionadamente la luz y la felicidad -- es burguesa. Pero nosotros, marxistas, debemos saber que no hay y no puede haber otro camino hacia la libertad verdadera del proletariado y de los campesinos, que el camino de la libertad burguesa y del progreso burgués. No debemos olvidar que en estos momentos no hay ni puede haber otro medio de acercar el socialismo que la libertad política completa, la república democrática, la dictadura revolucionario-democrática del proletariado y de los campesinos. Como representantes de la clase revolucionaria de vanguardia, de la única clase revolucionaria sin reservas, sin dudas, sin volver la vista atrás, debemos plantear ante todo el pueblo, del modo más amplio, más audaz y con la mayor iniciativa posible, las tareas de la revolución democrática. El menoscabo de dichas tareas es teóricamente una caricatura del marxismo y una adulteración filistea del mismo, y desde el punto de vista político-práctico significa entregar la causa de la revolución en manos de la burguesía, la cual se apartará inevitablemente de la realización consecuente de la revolución. Las dificultades que se alzan en el camino hacia la victoria completa de la revolución, son muy grandes. Nadie podrá condenar a los representantes del proletariado si hacen todos los esfuerzos posibles y éstos se estrellan ante la resistencia de la reacción, la traición de la burguesía y la ignorancia de las masas. Pero todos y cada uno -- y sobre todo el proletariado consciente -- condenarán a la socialdemocracia si ésta cercena la energía revolucionaria de la revolución democrática, si cercena el entusiasmo revolucionario con el miedo a vencer, con consideraciones a propósito del peligro de que la burguesía vuelva la espalda.

    Las revoluciones son las locomotoras de la historia, decía Marx [31 ] . Las revoluciones son la fiesta de los oprimidos y explotados. Nunca la masa del pueblo es capaz de obrar como creador tan activo de nuevos regímenes sociales, como durante la revolución. En tales períodos, el pueblo es capaz de hacer milagros, desde el punto de vista de la vara estrecha y pequeñoburguesa del progreso gradual. Pero es necesario que también los dirigentes de los partidos revolucionarios planteen sus tareas de un modo más amplio y audaz en tales períodos, que sus consignas se adelanten siempre a la iniciativa revolucionaria de las masas, sirviendo de faro a las mismas, mostrando en toda su grandeza y en toda su magnificencia nuestro ideal democrático y socialista, indicando el camino más corto y más directo hacia la victoria completa, incondicional y decisiva. Reservamos a los oportunistas de la burguesía de Osvobozhdenie imaginar, por miedo a la revolución y por miedo al camino directo, sendas indirectas, de rodeo, de compromiso. Si se nos obliga por la fuerza a arrastrarnos por dichos caminos, sabremos cumplir con nuestro deber aun en la pequeña labor cotidiana. Pero que sea la lucha implacable la que primero decida la elección del camino. Seremos unos felones y traidores a la revolución si no aprovechamos esta energía de las masas en fiesta y su entusiasmo revolucionario para la lucha implacable y abnegada por el camino directo y decisivo. Que los oportunistas de la burguesía piensen cobardemente en la reacción futura. A los obreros no les asusta la idea de que la reacción se dispone a ser terrible ni de que la burguesía se dispone a volver la espalda. Los obreros no esperan componendas, no solicitan dádivas; aspiran a aplastar implacablemente las fuerzas reaccionarias, es decir, aspiran a la dictadura revolucionario-democrática del proletariado y de los campesinos.

    Ni que decir tiene que en los períodos tempestuosos la nave de nuestro Partido se ve amenazada por mayores peligros que durante la "navegación" tranquila del progreso liberal, que significa una dolorosa y lenta succión de los jugos de la clase obrera por sus explotadores. Ni que decir tiene que las tareas de la dictadura revolucionario-democrática son mil veces más difíciles y complejas que las tareas de la "oposición extrema" y de la lucha parlamentaria exclusiva. Pero aquel que en el momento revolucionario actual es capaz conscientemente de preferir la navegación tranquila y el camino de la "oposición" sin peligros es mejor que se aparte temporalmente de la labor socialdemócrata, que espere el fin de la revolución, que espere a que termine la fiesta y empiece la labor cotidiana y su habitual vara estrecha no represente una disonancia tan repugnante y una deformación tan monstruosa de las tareas de la clase de vanguardia.

    ¡A la cabeza de todo el pueblo y, en particular, de los campesinos, por la libertad total, por la revolución democrática consecuente, por la república! ¡A la cabeza de todos los trabajadores y explotados, por el socialismo! Tal debe ser, en la práctica, la política del proletariado revolucionario, ésta es la consigna de clase que debe informar y determinar la solución de todos los problemas tácticos, de todos los pasos practicos del Partido obrero, durante la revolución.


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